La vuelta

Crónicas de Marruecos en moto, parte IV

Subimos a los camellos casi a oscuras, la dunas siguen impresionando aunque sea entre conversaciones, tras una hora y a medio camino paramos y subimos a la cresta de una de las dunas. Hace rato que la luz permite ver por donde van los camellos y en breve al sol nacerá de nuevo entre las dunas, el mundo comienza igual que lo hacía hace miles de años y nosotros, como cualquier nómada hace cientos o miles de años lo vemos sentados en la arena, con un horizonte de arena casi virgen en que sólo se distinguen pisadas de camellos y zorros del desierto.

Vuelta al hotel tras dormir y ver el amanecer en las dunas de Merzouga.
Vuelta al hotel tras dormir y ver el amanecer en las dunas de Merzouga.

Desayunamos en el hotel buscando que hacer el resto de día, sin internet y sólo con los mapas de la guia, situamos las gargantas de Todra a un par de horas en moto, así que salimos hacia allí sin hacer caso del recepcionista que nos mira como si estuviésemos locos cuando le decimos a dónde pretendemos ir.

El hotel a pie de las dunas sólo es accesible a través de la arena.
El hotel a pie de las dunas sólo es accesible a través de la arena.

Antes de salir hacia las gargantas, metemos la moto en la arena, mientras Lucía hace fotos, yo me empotro un par de veces contra las dunas, con el pedal de freno doblado, media moto llena de arena y dolor de espalda (levantar 2 veces los 200kg largos en 3 minutos, no es una buena idea) volvemos al asfalto y salimos hacia las gargantas.

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Es mediodía, el navegador dice que ya estamos en el sitio y nosotros buscamos alguna indicación, tras veinte minutos de búsqueda sin resultados, decidimos empezar a buscar un lugar donde comer y de paso, una wifi abierta. Comemos mucho mejor de lo esperado (empieza a ser costumbre) y confirmamos entre el wifi y la guía, que las gargantas están a otras dos horas hacia el oeste, las dejamos pendientes para el próximo viaje y salimos hacia el museo ___ muy recomendable. Acabada la visita volvemos hacia Merzouga, parando a ver los conductos de agua subterráneos construidos por los bereberes que todavía recorren algunos kilómetros en paralelo a las carreteras y caminos llevando el agua de los oasis.

Cualquiera de los bares con barbacoa a pie de carretera son un lugar fantástico donde comer.
Cualquiera de los bares con barbacoa a pie de carretera son un lugar fantástico donde comer.

Llegamos al hotel ya de noche, salimos de la carretera y para no perder la costumbre atasco la moto en la arena, en el lugar de siempre, deshinchamos un poco, Lucía baja y con la rueda trasera patinando consigo recorrer los 50 metros más difíciles. Con Lucía en la moto volvemos a poner rumbo al hotel aunque en la oscuridad es difícil encontrar las zonas con menos arena.

La rueda trasera va patinando sobre los mil surcos que han dejado los 4×4 en la arena y sin ver demasiado vamos hacia donde creemos está la entrada al parking. De repente, un par de ráfagas nos deslumbran, a unos metros a la derecha han montado un campamento militar y uno de los 4×4 donde montan guardia es quien nos ha echado las luces, deben temer que acabemos dentro de una de las carpas que verdes y a oscuras no habíamos distinguido en la oscuridad. Giramos ligeramente a la izquierda, para que los militares entiendan que no tenemos intención de llevarnos a nadie por delante y por fin vemos el arco de acceso al parking a unos 200 metros

Rondando junto a las dunas de Merzouga.
Rondando junto a las dunas de Merzouga.

Anoche cenamos y nos acostamos temprano, tenemos por delante un día largo. Bien desayunados cargamos de nuevo la moto, nos abrochamos chaquetas y guantes, conectamos los intercomunicadores y salimos, por última vez atasco la rueda trasera en el banco de arena de siempre, de nuevo deshinchamos un poco y la moto sale sin problemas, nos han faltado días para pillarle el truco a la arena. Saludamos al policía que vigila en la carretera, sólo en medio de la nada y seguimos, ahora hacia el norte, de vuelta.

Cruzamos Rissani y Erfound, hemos pasado por aquí ya cuatro veces, pero nos ha faltado tiempo, esta zona, sin demasiados atractivos turísticos (a excepción de las dunas) es uno de esos lugares que no se pueden visitar, hace falta vivirlos, aunque sea unos pocos días, para descubrir sus encantos, pequeños detalles en una esquina, el pan recién hecho por la mañana, el té de algún café en concreto o simplemente ver a los hombres a media tarde dejando pasar las horas frente a un té o a los niños salir en tromba del colegio y ocupar las calles por completo con los más mayores esquivando sobre las bicis a quienes van a pie.

Carreteras rectas y desiertas.
Carreteras rectas y desiertas.

Pero no tenemos tiempo para eso, salimos de Erfoud y un par de pequeños pueblos después giramos a la derecha y entramos en la N10, aquí acaba el turismo. Ya no se ven grandes 4×4 ni las motos preparadas para alguno de los múltiples rallies que tienen lugar en la zona de Merzouga y en los que se preparan muchos de quienes competirán en el Dakar en tres meses. Conducimos kilómetros y kilómetros sin cruzarnos con ningún coche, ni siquiera vemos controles de policía y eso que en un rato, pasaremos a escasos 300 metros de Argelia separados por un cauce completamente seco y lleno de fina arena.

Pasan algunos minutos de la una, hemos parado en Bouanane, aquí entre pueblo y pueblo hay más de una hora de camino y algunos no son más que unas pocas casas a pie de carretera. Decidimos comer aquí y llenar el depósito pero tras un par de vueltas sólo hemos visto algunos cafés, ningún lugar donde comer y nada de gasolineras.

Acabamos volviendo a la entrada del pueblo, a un pequeño café que al menos prometía wifi gratis, somos los únicos clientes, el chaval que regenta el negocio y un amigo charlan frente a un enorme televisor que preside en las alturas el pequeño local.

No tienen Coca Cola ni refrescos, pero se ofrece a prepararnos un zumo de frutas, aceptamos y en lo que tardamos en sentarnos oímos como la licuadora empieza a triturar fruta y muere en menos de 30 segundos, el joven sale a buscar un motor o una licuadora nueva y tras 20 minutos de espera vuelve abatido y con las manos vacías, empieza a revolver la pequeña cocina y vuelve con 2 yogures caseros que no pintan mal. Aceptamos encantados y tras media hora de espera atacamos, mi yogur está realmente bueno, pero Lucía pone mala cara y me pasa el suyo, está agrio. Compartimos el bueno, entre bromas sobre las consecuencias de la cucharada de yogur agrio que ha tomado.

En el centro del pueblo encontramos una pequeña tienda y compramos pan de pita y una caja de quesitos, por suerte nos que queda fuet en las maletas. Salimos Bouanane y varios kilómetros más adelante, cuando localizamos un cauce seco con un árbol a la sombra del que sentarnos, aparcamos la moto y bajamos para comer.

Aprovechamos un barranco seco con un pequeño arbol para comer.
Lucia bajo el sol del desierto.

En Marruecos ver a gente a pie de carretera, en medio de la nada, vendiendo algo, caminando o simplemente dormitando bajo cualquier sombra sin ningún medio de transporte cerca que explique cómo han llegado hasta ese lugar es algo muy común, pero parece que lo contrario les extraña, los pocos vehículos que cruzan mientras comemos (un taxi y un pequeño camión) ven la moto desde la distancia, pero a nosotros nos oculta el desnivel del cauce, cuando pasan por delante les vemos buscarnos con gesto sorprendido mirando en todas direcciones desde el interior de los vehículos.

Acabada la comida, seguimos por la N10. Los mapas en la pantalla del teléfono nos indican que lo que vemos a nuestra derecha es Argelia, ahora eso de la frontera más grande del mundo cerrada parece ridículo, aquí no hay fronteras y los contrabandistas, que traen gasolina argelina muchísimos más barata lo aprovechan, suyon deben ser un par de viejos coches que nos hemos cruzado con la trasera mucho más levantada de lo normal, al parecer a consecuencia de las suspensiones reforzadas que les permiten después volver con el maletero lleno de bidones.

El paisaje es desértico y los tonos marrones y amarillos cubren las partes planas y también las pequeñas montañas u ondulaciones. Esta zona, escasa en oasis y completamente desértica es la parte más despoblada de Marruecos. Somos pocos los que viajamos por aquí, grandes distancias, pequeños pueblos sin atractivos turísticos y sólo hamada, hamada y hamada, ni siquiera hay dunas en las que ver el amanecer y hacerse fotos de película.

La escasez de carreteras y de pueblos me llamó la atención ya en la imagen satelital de Google Maps la primera vez que planteamos hacer este viaje. Sobre el terreno no decepciona, arena y kilómetros de soledad, ¿que más se puede pedir al desierto? En nuestro caso, gasolina, en Bouanane no encontramos gasolineras pero seguimos porque con los 400km de autonomía de la moto aunque justos, debíamos llegar. Pero esos 400km se acercan y aunque conozco mi moto y se que llegaremos, empiezo a pensar qué pasaría si mis previsiones no se cumplen, a pensar que deberíamos habernos desviado para buscar una gasolinera o al menos haber buscado alguna botella en Bouanane, el cuentakilómetros avanza y enfrente sólo tenemos más desierto.

Estamos a punto de rebasar los 400km cuando una vía abandonada, o eso parece, surge a nuestra derecha, no sabemos si es un signo de civilización o sólo atrezzo para que el paisaje pase de desértico, a apocalíptico. Algunos kilómetros después, a nuestra izquierda aparecen cultivos, estamos de suerte era civilización, pocos minutos después empezamos a distinguir Bouarfa en la distancia.

En Bouarfa encontramos una gasolinera sin problemas y además, unas Coca Colas, las tomamos en una terraza frente a una amplia avenida donde la arena del desierto corre sobre el asfalto. Cuando salimos el sol ha empezado a descender, como siempre, llegaremos de noche. Seguimos en línea recta hacia Tendrara, vemos algunos dromedarios en la distancia y de repente un par en el arcén, conduzco despacio y a escasos metros ,mientras Lucia les hace fotos. Miramos a la izquierda, y a un centenar de metros de la carretera vemos una gran tienda de campaña marrón, es una jaima bereber, junto a ella hay un cercado con algunos animales y en los alrededores, más dromedarios.

Un de los poco vehículos que nos cruzamos en un viejo cambión conducido por Bereberes.
Un de los poco vehículos que nos cruzamos en un viejo cambión conducido por Bereberes.

Nos sorprende comprobar que los nómadas sobre cuya historia nos hablaban ayer en el museo siguen existiendo y los tenemos tan cerca. Más adelante pasamos otro par de jaimas bereberes, no creo que queden muchas más zonas en Marruecos donde los nómadas puedan seguir montando sus jaimas y viviendo como sus antepasados.

En Tendrara volvemos a llenar el depósito mientras el sol se esconde. Salimos con las últimas luces para recorrer los pocos kilómetros de desierto que quedan, un centenar hasta de Ain Bni Mathar, y ya fuera del desierto otro hasta Oujda,.

Cuando llegamos a Oujda es de noche, vamos al hotel Ibis y descargamos las alforjas en la habitación, por suerte el recepcionista nos permite dejar la moto en el patio trasero, en un día hemos cruzado el país por completo, desde el erg Chebbi, en pleno desierto hasta Oujda, a 20 kilómetros del mediterráneo y sobre todo, desde zona más turística, desde el Marruecos de postal hasta una capital de provincia cualquiera donde cenamos junto a jóvenes vestidos a la europea y familias que no desentonarían en España en un McDonalds indistinguible que cualquier otro en cualquier ciudad del mundo, sólo los cientos de logos de halal que cubren cada anuncio, cada hamburguesa impresa en fotos y cada papel, nos recuerdan que no estamos en Europa..

Una pequeña plaza interior en el medina de Oujda.
Una pequeña plaza interior en el medina de Oujda.

El día siguiente lo dedicamos a descubrir cómo es la vida real en Marruecos, recorremos la medina de Oujda, es sábado, el equivalente a nuestro domingo para los musulmanes. De momento, la mayoría de tiendas están cerradas y las calles muy tranquilas. Los imanes llaman a la oración justo cuando paseamos frente a la gran mezquita, la entrada se llena de hombres que aprovechan para saludarse mientras se descalzan y desde todas la direcciones van llegando más.

Publicidad de McDonalds junto a uno de los accesos a la medina de Oujda a través de la muralla.
Publicidad de McDonalds junto a uno de los accesos a la medina de Oujda a través de la muralla.

Una vez acabada la oración las calles se llenan de vida, muchas tiendas abren ahora y las calles de la medina dejan de ser silenciosas y tranquilas, paseamos entre la gente, las calles son menos opresivas que en Fez y las tiendas mucho más mundanas, ropa, calzado, bazares con libretas, objetos de plástico…. Lo mismo que podemos encontrar en las tiendas del centro de cualquier otra ciudad del mundo. Es un placer ver también la vida normal, en una ciudad normal de Marruecos, porque las diferencias, que el exotismo impostado de las zonas turísticas hace parecer enormes, son escasas, al menos en las cosas básicas. Las necesidades y preocupaciones más importantes son iguales prácticamente en todo el mundo y nuestras vidas son muy parecidas igual que nuestras ciudades.

Ahora, sólo queda una larga vuelta. Mañana saldremos hacia Melilla, cruzaremos los 200km de mar que nos separan y tomaremos la A-7 de vuelta a Carcaixent. Tenemos todavía algunas horas para disfrutar del viaje y la desconexión que supone y después sólo queda empezar a pensar en el siguiente destino.

Atardecer en el mediterráneo de vuelta a casa.
Atardecer en el mediterráneo de vuelta a casa.