Arrancar

Los inicios son duros, más aun si son en ferry. A primera vista el de Barcelona a Civitavecchia es casi un mini crucero, con su bar, piscina, terraza, tienda, casino, cafetería… No se como será viajar en camarote, pero cuando vas con billete de puente las casi 24 horas de viaje se hacen largas. Si además no puedes hinchar la colchoneta y dormir en algún rincón, y has de inventar posturas estrafalarias en las butacas que parecen por momentos potros de tortura… Pues arrancas el segundo día harto de todo y de todos y pasas el día contando horas.

Bote salvavidas en el ferry Barcelona-Civitavecchia
Bote salvavidas en el ferry Barcelona-Civitavecchia

El ferry sale tarde, y llega tarde, al menos hasta donde sé es siempre así y al parecer Italia, aunque lo disimule bien es más europea que España y a las 10 todos los hornos están ya apagados así que me toca ir a dormir con un cacho de fuet (siempre hay que llevar fuet) entre pecho y espalda, al menos esta noche puedo ducharme y dormir en condiciones. Despierto temprano, recojo, monto todo en la moto y salgo. Al rato casi noto el peso de los rayos de sol cayendo sobre mi espalda… Cada semáforo, cada atasco, cada momento parado es una tortura pero todo pasa y una vez superada Roma y ya camino de los Apeninos el tráfico disminuye y circulo tranquilo, con buen aire y poco tráfico.

Todo es perfecto, hasta que decido que es hora de comer, lo que antes eran montones de bares, tiendas, supermercados y todos «aperto domenica” es de repente el páramo, gasolineras abandonadas y bares cerrados, por momentos creo recorrer escenarios de The Walking Dead. A las 3 desesperado paro en una macro gasolinera que tiene un par de coches aparcados. En la pequeña cafetería, donde por supuesto no preparan comidas, hay un par de carabinieri y una camarera que me pone una coca cola y una mini pizza de horno fría, al menos el macchiato de después es excelente. Cuando salgo la máquina de autoservicio de la gasolinera decide no servirme,  así que continúo contando los kilómetros y revisando el alcance que indica la moto cada 5 curvas.

Llego a Bari con tiempo de sobra, aunque este no me sirva para encontrar un super abierto, sólo descubrir que lo que si estaba abierto era la cantimplora del baúl. Por suerte los vaqueros han empapado casi toda el agua y la funda del portátil se ha encargado del resto salvando al ordenador.

 La moto cargada en el ferry a Durrés.
La moto cargada en el ferry a Durrés.

Cuando he revisado todo, secado lo importante y puesto orden toca ya salir corriendo al puerto, aunque sea sin cena. Tras un rato de espera subimos al ferry, si el de Barcelona parecía a primera vista un minicrucero este parece un autobús de línea soviético ligeramente remozado, pero hoy no me pillan en el club de los tontos que se revuelven en las butacas asesinas, en el puente 9 hay poco movimiento y un hall enmoquetado, no hace falta más para dormir razonablemente bien.

Atracando en Durrés, por fin acaban las travesías.
Atracando en Durrés, por fin acaban las travesías.

Cuando me despierto Bari se ve ya entre la bruma y no mucho después estoy ya cruzando Albania. Las aduanas han sido rápidas y el país es pequeño; lo cruzo casi sin bajar de la moto, así me ahorro cambiar moneda. En Macedonia como en condiciones por primera vez desde el viernes pasado y con el estómago lleno y 5 litros de agua cargados en la moto todo pinta mejor, hasta la lluvia. Tanto mejor pinta que decido seguir sin impermeable, total seguro que son 4 gotas y detrás de aquellas montañas vuelve a hacer sol… Já!, poco después de salir de Struga llueve a cántaros y no hay ni un mísero puente bajo el que parar, cuando ya estoy chopado decido parar, montar los forros de la chaqueta y sacar los guantes de invierno que son impermeables. En lo que tardo en sacar los forros, yo estoy empapado y la mitad de cosas de la bolsa también.

 Por delante Macedonia, en el retrovisor, Albania.
Por delante Macedonia, en el retrovisor, Albania.

La lluvia no para y las temperaturas bajan hasta los 12 grados, además llevo desde Italia sin repostar, casi 400km y aunque los consumos son muy bajos (todos conducen despacio) esto no va a dar mucho más de si. Tras comprobar que hay una gasolinera sigo adelante y en diez minutos estoy en Bitola, con gasolina y café. Cuando veo el charco que he dejado bajo la silla decido buscar un hotel, quitarme la ropa mojada, vaciar bolsas y tomarme la tarde con calma.

Bitola, Macedonia.
Bitola, Macedonia.

 

rumbo al mar negro