Camino de Estambul

Son las tres del mediodía y cuando el viento para, el calor es sofocante incluso bajo la sombra del nogal. Enfrente, bajo el sol está la tienda y junto a ella las enormes botas de moto. A su lado, aun en la sombra está la moto, con esa rueda trasera imponente y las pegatinas del baúl mirándome desde la distancia.

Estoy en Kirilovo, Bulgaria, cerca de la frontera con Turquia. Mañana recogé a Lucía en Estambul y viajaremos juntos durante tres semanas por Turquía, Georgia y Armenia. Pero de momento sigo en Bulgaria, donde llegué hace tres días, desde Macedonia.

Preparando la cena en mi primer día de acampada libre
Preparando la cena en mi primer día de acampada libre

Tras la curva aparecen las banderas de Europa y Bulgaria, paro en el arcén y doy media vuelta, en 15 minutos estoy en la última gasolinera Macedonia, lleno el depósito y compro una Coca Cola con los denares que aún tenía. Después cruzo a Bulgaria y pongo rumbo a un par de lagos que no están demasiado lejos y parecen un buen lugar para acampar.

Recorro pequeñas carreteras que cruzan bosques espectaculares, por momentos tan verdes y densos que parecen una selva, aunque, ahora que el sol se ha escondido tras unas nubes, resultan más frescos. Voy buscando algún rincón donde montar la tienda y pasar la noche. Recorro algunas pistas de tierra en busca de lugares tranquilos y que no sean visibles desde la carretera pero estos bosques tienen mucha vida. En cada camino hay marcas de máquinas y montones de troncos cortados y apilados esperando a ser recogidos, además a pie de carretera van apareciendo pequeñas zonas donde trabajadores rompen las piedras de pizarra y van apilando los trozos ya planos en palets, preparados para aparecer a la puerta de cualquier Leroy Merlin.

Sigo buscando y poco a poco desaparece la luz y empiezo a temer que anochezca antes de que acampe. Cruzo un pequeño pueblo y sigo por una carretera menos transitada que bordea el pantano. Tras unos kilómetros localizo un claro bastante grande, accesible a través de un pequeño camino e invisible desde la carretera. Aparco la moto y doy un paseo escuchando en busca de movimiento cercano o ruidos extraños. A parte de los coches escasos que circulan por la carretera estoy solo. Saco unas almendras y la cerveza que compré en el pueblo y que aun está fresca y me tomo un descanso.

Primera noche en Bulgaria
Primera noche en Bulgaria

Preparo la cena al tiempo que hago fotos, el lugar es espectacular y además a última hora el sol ha reaparecido bajo las nubes y se cuela entre los árboles. La luz es fantástica para hacer fotos y entre viaje y viaje para reencuadrar o revisar las fotos voy dando cucharadas a la sopa de sobre que ya está fría, todo sea por los «likes».

Con el miedo a que anocheciera he montado y cenado a la carrera, ya tengo todo el trabajo hecho y aun ni siquiera es por completo de noche. El podcast que estaba escuchando ha acabado ya y sólo se oyen algunos grillos cercanos. Me meto en la tienda y pongo el despertador un poco antes de las 6, si al final mañana aparece alguien, al menos que me pille despierto.

Una vez en la tienda los ruidos parecen amplificarse, el sonido del aire sobre la lona parece el de unos pasos ligeros y cada polilla que aletea contra el doble techo me da un susto de muerte. Cuando estoy ya bastante sugestionado escucho una especie de ladrido afónico muy cerca. Se me pone la carne de gallina, intento situar a lo que supongo un perro al mismo tiempo que busco en Google sobre acampada libre y perros salvajes. Por suerte, antes de que encuentre una solución útil, los ladridos empiezan a alejarse y al rato se apagan por completo aunque yo ya no me quito el miedo del cuerpo y necesito un buen rato hasta que consigo conciliar el sueño.

Humedad
Humedad

Cuando me despierto la moto marca 10 ºC, pero la niebla que cubre todo el claro y la humedad brutal hacen que la sensación sea de más frío. Tengo la espalda hecha polvo, como si hubiese dormido con todos los músculos tensos por el frío. El doble techo de la tienda, igual que la lona que pongo debajo están mojados por la humedad y la condensación pero el sol va a tardar horas en superar los árboles así que recojo, como algo y vuelvo a la carretera. Recorro las carreteras solo, notando los rayos del sol que se cuelan cuando la carretera asciendo un poco y la niebla y la humedad cuando la carretera baja, corriendo sobre esta y sobre el agua del embalse. Voy escuchando música y pensando dentro del casco, en momentos como estos es cuando de verdad merece la pena ir en moto.

Madrugar tiene sus ventajas, antes de las 11 estoy en Plovdiv y tengo horas para recorrer el casco antiguo, ver el teatro romano y alucinar con el esperpento que han hecho con los restos del circo que parecen integrados en una especie de centro comercial. Fuera del casco histórico, los edificios y los coches soviéticos se mezclan con ostentosos todoterrenos alemanes y edificios nuevos de decoración recargada, será para diferenciarse del funcionalismo extremo de los viejos.

Publicidad de McDonnald's en el centro de Plovdiv
Publicidad de McDonnald’s en el centro de Plovdiv

A media tarde salgo de la ciudad hacia el este, he localizado un pequeño camping a medio camino en dirección al mar Negro. Cuando llego el camping está abierto y vacío, el siguiente está ya en la costa, a más de 2 horas así que entro y empiezo a montar la tienda, los baños están abiertos pero no hay electricidad y la ducha con uno de esos calentadores eléctricos empotrados no funciona sin ella. Me toca rellenar la pocket shower (básicamente un bolsa con un cabezal de ducha en la parte inferior) y ducharme fuera, escondido tras un pequeño chiringuito de madera, rezando para que no llegue el dueño justo en ese momento.

Tengo suerte y cuando llega estoy ya vestido y a punto de preparar la cena, me comenta que la luz no funciona, pero que a cambio puedo quedarme gratis todo el tiempo que quiera, ¡estoy de suerte! Además me invita a unas cervezas después de cenar.

Preparando la cena en Kirilovo, Bulgaria
Preparando la cena en Kirilovo, Bulgaria

Desde el camping me aventuro hacia el Mar Negro, llego a Burgas, pero no es fácil encontrar el mar, callejeo por unos suburbios tristes y sucios, con una amplia avenida llenas de coches y con aceras estrechas, casas precarias, a medio construir o simples chabolas de metal y madera. Cuando dejo la avenida recorro pequeños callejones entre casas que acaban en el quitamiedos de la autovía que corta el acceso al mar. Al final he de dar un rodeo de una docena de kilómetros para conseguir acceder al mar, apenas unos metros de arena y un agua dudosa en la que flotan enormes barcos esperando a entrar al puerto.

Mis primeras vistas del Mar Negro
Mis primeras vistas del Mar Negro

La primera impresión del Mar Negro ha sido bastante mala, aunque sigo hacia el sur lo más cerca posible del mar y localizo al fin alguna playa tranquila de aguas cristalinas y apetecibles aunque si quiero volver al camping antes de que anochezca debería volver a la carretera.