Cruzando Turquía

Con un acelerón subo la moto a la mediana en el espacio que queda antes del seto y paro el motor. La moto marca 46ºC, son las tres y media y estoy perdido en Estambul. No sé donde está el hotel que reservamos, no tengo internet y en menos de 2 horas he de recoger a Lucia en el aeropuerto.

Esta mañana recogí la tienda, cargué la moto y salir hacia la frontera con tiempo de sobra. La crucé sin problemas y seguí camino de Estambul, carretera primero y autovía después. A 30 kilómetros de Estambul, justo después de comer el trafico se hizo denso, después enloqueció y aun así conseguí llegar al centro de Estambul, pero confundido y sin saber donde estaba el hotel seguí más allá.

Tras casi media hora consigo deshacer los metros de más y aparco un par de calles bajo Santa Sofía, creo que el hotel está por aquí. Aparco la moto y sudando como nunca, con los pantalones y las botas de moto, cargado con chaqueta, casco y la bolsa sobredepósito, donde llevo pasaporte, cámaras, cartera… me pongo a callejear en busca del hotel con la ayuda de un e-mail que he recuperado y que indica una dirección que ningún programa de mapas reconoce. Tras otros veinte minutos localizo el hotel, vuelvo a por la moto y aparco en la puerta, deseando como nunca un trago de agua fresca y una ducha helada.

Centro de Estambul
Centro de Estambul

El recepcionista y los amigos que toman té a la puerta me reciben con los brazos abiertos, se presentan y me pregunta la potencia, cilindrada, precio, peso, y el resto de la ficha técnica de la moto. Tras el interrogatorio me ayudan a subir maletas y una vez solo me desnudo, pongo el aire acondicionado a tope y me meto en la ducha a la carrera. A la carrera sigo, enlazando direcciones prohibidas y adelantamientos kamikazes en dirección al aeropuerto Ataturk, ganándole minutos a la previsión de Google Maps para conseguir estar allí cuando Lucia asome por la puerta de llegadas.

Cuando aparco en el aeropuerto y salgo a buscar la entrada descubro a un tipo cargado con metralleta con un chaleco de policía y un montón de señales de prohibido el acceso. ¿Tal vez la salida sea directa a la calle? En cualquier caso no hay pantallas de llegadas en ningún lado, recorro la terminal y acabo localizando una entrada permitida aunque solo tras pasar por el detector de metales.

Frente a la mezquita de Santa Sofia, Estambul
Frente a la mezquita de Santa Sofia, Estambul

Voy corriendo por el interior del aeropuerto, poniéndome el cinturón y buscando una puñetera pantalla de llegadas cuando veo a Lucia levantar el brazo y saludarme. Volvemos al hotel con más calma y tras descargar salimos a callejear Estambul y buscar algún sitio donde cenar. De cada bar recibimos una detalladísima explicación de porqué su kebab es mejor que el resto, aunque parezca igual y de cada explicación huimos espantados. Cuando empieza a hacerse tarde entramos en el primer bar con terraza y buena pinta, antes de que el camarero tenga tiempo de hacernos la explicación. El kebab y las cervezas que pedimos están buenas.

Callejón de Estambul
Callejón de Estambul

Estambul es gigantesca y está poblada básicamente por mezquitas y banderas de Turquía y más mezquitas y más banderas junto a mezquitas más grandes y banderas más grandes. Además tiene restaurantes de kebab con camareros cansinos y mil tiendas en interesantísimas calles que giran y crecen y decrecen o cambian de aspecto de repente, zonas casi europeas de bonitas casas junto a la muralla del antiguo castillo se unen a calles cercadas por solares y casas incendiadas o barberías en semisótanos. Si vais a Estambul caminad y cuando os canséis de caminar, subid a uno de los cruceros por el Bósforo. En uno de ellos navegamos un par de horas por el estrecho, la linea que separa Europa de Asia y disfrutamos viendo las orillas pero más aun viendo las decenas de familias turcas que navegaban con nosotros, desde turistas que pasarían por europeos hasta familias enteras de negro y con las mujeres tapadas como ninjas.

Barco por el Bósforo
Barco por el Bósforo

El último día recorremos al gran bazar, caminamos casi a la carrera alucinando con los puestos, esperábamos un mercadillo y nos encontramos con puestos de joyería a montones donde evidentemente no tenían un Casio baratillo para Lucía, que nos hubiese ido muy bien porque el mío lo olvidamos unos días después bajo un montón de toallas. Así que sin reloj volvimos a la moto y salimos rumbo a la Capadoccia. Cruzamos a Asia (dudando si lo hacíamos o no) por un tunel bajo el Bósforo y dejamos la ciudad alucinados, mirando a todos lados porque de todos surgen gruas y nuevos rascacielos.

No tenía una idea preconcebida de Turquia, pero en ningún caso esperaba encontrar carreteras nuevas de no menos de 2 carriles por sentido, fábricas gigantescas y muchas nuevas y edificios de nueva construcción en cada ciudad, tanto cerca de Estambul como lejos, muy lejos de la capital. Aunque en teoría lleva unos años con problemas la imagen que ofrece Turquía es la de un país disparado hacia algún sitio, no sabemos si el progreso o el pelotazo.

Puente sobre el cuerno de oro, Estambul.
Puente sobre el cuerno de oro, Estambul.

Una de las ciudades gigantescas y prácticamente nueva de trinca es Eskisehir donde dormimos tras 2 horas de búsqueda infructuosa de algún lugar donde acampar por libre. Justo cuando empezamos a buscar, el terreno se transformó, hectáreas y hectáreas de campos de cereal y ninguna arboleda donde montar la tienda minimamente escondida. Cuando se hizo de noche nos rendimos y fuimos a la ciudad, en el primer hotel, tras dudar nos dijeron que no había habitación y a falta de cama decidimos ir a cenar. En el bar con WiFi conseguimos localizar un hotel cercano donde por un módico precios (de momento el más caro del viaje) nos dejaron una habitación.

Lago Tuz seco y cubierto de sal, camino de Capadoccia.
Lago Tuz seco y cubierto de sal, camino de Capadoccia.

Solo cuando dejamos atrás Nevsehir, ya dentro de la Capadoccia empezamos a recorrer carreteras pequeñas y vemos los primeros pueblos con pequeñas carreteras de curvas y pueblos rurales, con los jubilados hechando la partida (de Rummi en vez de dominó) así era más bien como imaginaba Turquía. Recorremos ciudades subterráneas y monasterios excavados en la roca, toda la zona es un queso de gruyer completamente excavado. Túneles, habitaciones, escaleras, es impresionante imaginar como vivirían allí, visualizar a la gente recorriendo cámaras y túneles, cargados de comida o de armas, escondidos de atacantes.

Monasterio excavado en la roca, Capadoccia.
Monasterio excavado en la roca, Capadoccia.
Cañon en la Capadoccia.
Cañon en la Capadoccia.

Nos gusta tanto la Capadoccia que decidimos quedarnos un día más, aunque esta vez en camping. A las 5 de la mañana nos despierta un potente y extraño ruido, cuando abrimos la tienda, el cielo está cubierto de globos y el ruido es el que hace la llama de un globo que despega enfrente del camping, a pocos metros de nuestra tienda. Es impresionante ver el cielo cubierto de globos con esas primeras luces grises del amanecer. Y aunque probablemente visto desde arriba lo sea más aun, he de decir que al menos desde abajo, no inspiran confianza.

Los globos que nos despertaron, Capadoccia.
Los globos que nos despertaron, Capadoccia.

Con los globos hemos madrugado, aprovechamos para salir pronto, salimos hacia Georgia, aunque dormiremos por el camino. La ruta hacia el norte ya no es tan espectacular como la que nos trajo aquí, cuando más al este más pobre y más rural es Turquía. Las últimas horas las hacemos entre montañas, recorriendo gargantas impresionantes y coronando cimas entre lluvia. Cuando el Mar Negro aparece ante nosotros el sol se está poniendo, lo vemos desde la autovía que, construida sobre la playa, recorre la costa del Mar Negro en Turquía, detrás de ella quedan las ciudades.

Es viernes y parece que todos se casan. En el camping donde intentamos dormir (justo frente al mar, en la zona donde la autovía va por un túnel) había una boda y nos querían hacer montar la tienda a 2 metros del baile y aquí en el hotel… también, no serán 2, pero tampoco más de 10 ó 15 desde aquí hasta el baile en linea recta.

Nuestro últime pide Turco.
Nuestro últime pide Turco.

Último día, autovía junto al Mar Negro, últimos pide en Turquía y frontera. Nos colamos junto a otras dos motos europeas y el trámite es rápido, ahora a buscar el hotel que habíamos reservado en Batumi.